Salida 08/06/25
Con Nico decidimos subir a los paredones para el amanecer. El quería hacer fotos con las primeras luces rojas sobre ellos y de paso queríamos observar los primeros movimientos que realizan los Cóndores en el día. También había aparecido una hembra adulta muerta, presumiblemente por plomo (al momento de escribir estas líneas aún esperamos los resultados definitivos de la necropsia), y queríamos ver que no haya mas ejemplares afectados.
Para eso, comenzamos a caminar de noche. Todo oscuro y la linterna apuntando al hielo del suelo, reflejaba miles de puntos, que parecía estar caminando por el espacio.
En la estancia era un día de Sol espectacular, mientras que a lo lejos, había inversión térmica, eso significa que, debido a procesos físicos, se habían generado bancos de nubes sobre lagos, ríos, mallines, etc, cubriendo todo con una densa neblina.
Cerca del mediodía, y debido al bajo movimiento de Cóndores (había volado más el águila que ellos), Nico decidió ponerse a meditar. Yo me entretenía con alguna que otra Caminera Colorada que aparecía en los paredones, hasta que comencé a escuchar golpes de Carpintero en un bosque cercano.
Sin querer distraerlo a Nico, y solo con mi cámara y mi celular, hacia allá fui.
Sólo vi un Carpintero Pitío… y a la distancia a Nico que había terminado su meditación, asi que lo llamé y le comuniqué dónde estaba y que me iba a ir del otro lado de la hoja a ver que onda.
Al llegar ahí, una hermosura. Más de 15 cóndores posados de ese lado, aprovechando el Sol y el nulo viento. Incluso un macho juvenil posado a la misma altura dónde yo caminaba.






Y al ratito, comenzaron a venir, desde el oeste un montón volando bajo. Así que lo llamé a Nico, para avisarle que acá había un montón… y bueno, su respuesta es una de las mejores que hayan quedado grabadas en una conversación.
Después de eso, intenté volver corriendo: digo, sin mochila debería ser fácil… naaaa, casi me muero. No podía respirar, y las piernas me quemaban.
Hice el mi mayor esfuerzo para subir lo máximo posible, al menos para poder fotografiar lo que estaba viviendo él desde lejos.
Hay fotos donde está rodeado por 8 ejemplares (obviamente que entre los que pasaban para un lado y para el otro, hubo momentos dónde ese número se triplicaba).


Para cuando llegué a los paredones nuevamente, los cóndores habían ganado altura y se fueron a descansar un rato. Entendí que ese día le había tocado a él, y mi función era retratar ese momento desde lejos. Diazo.


